A todas las personas que harán el siglo XXI, les decimos con afecto:
CREAR ES RESISTIR; RESISTIR ES CREAR.
Razones para la indignación no faltan. El paisaje global es pródigo en “ejemplos” de las dolencias y achaques que indican que las cosas no andan bien: del medio ambiente al monopolio mediático; del reparto de la riqueza a la impunidad de la clase política; de las intolerancias de distinto cuño al declive de la política social; de las múltiples violencias al deslave del piso de los derechos humanos y así, de norte a sur. De sur a norte, las evidencias se acumulan, todas ellas unidas por un hilo nada invisible que se llama desigualdad (la enorme brecha entre los pocos ricos y los muchos pobres). La desigualdad tiene también otros nombres: avaricia, desprecio por los más débiles, cinismo, capitalismo predador, indiferencia.
De la Primavera Árabe al Otoño Norteamericano (y hasta aviso en contra, lo que ya parece ser el Invierno Ruso), los indignados que se multiplican en (clave de) SOL, son ya legión. Las ocupaciones del espacio público se suceden unas a otras, en distintas ciudades, países, latitudes y todas estas ocupaciones tienen un denominador común: no se trata sólo de (buscar) cambiar el mundo, sino también y sobre todo de (buscar) cambiar el tiempo, como diría el filósofo Giorgio Agamben. Los indignados, los ocupacionistas, comparten hoy una experiencia social que resulta crucial, el tiempo de las posibilidades, del estar juntos en y desde la diferencia, el tiempo de asumir la responsabilidad y perder el miedo. De las plazas a los espacios digitales, de la co-presencia en la calle a la intensa conversación en las redes sociales, una nueva experiencia del tiempo-espacio horada las fronteras de las geografías políticas dominantes (centro-periferia, eje del bien vs eje del mal, primer mundo-tercer mundo), fracturando el paradigma del progreso, el mundo es, lo sabemos, uno solo.
#OccupyWallStreet ha roto el hechizo hipnótico de la inmovilidad, de la indiferencia, de la resignación; su entusiasmo y valor son hoy nuestra imagiNACIÓN planetaria. Nadie sobra, nadie es prescindible, porque como dice Hessel, ese gran conspirador: “los grandes momentos de la historia deben continuar gracias a cada individuo”.
Por ello, es tiempo de la indigNACIÓN.



